Hola amigas/os, acá estoy después de tomarme un tiempo que incluyó vacaciones, peleas con la obra social por mis baterías, y temas cotidianos normales pero que postergaron mi blog.

Aclaración de Hugo: debo confesarme ante uds ya que yo también tuve mi parte como “postergador”. La responsabilidad de subir las entradas y todos los aspectos técnicos del blog son mi labor, y he tenido mucho trabajo y en algunos momentos, pocas ganas. Cuando se pierde el ritmo por las vacaciones, que deberían ser mi estado natural, cuesta volver a trabajar. Sobre todo cuando se tiene una “jefa” como Selvita que no se conforma fácilmente. Mis disculpas para con aquellos que ingresaron al blog y se encontraron con que nada había cambiado.

Estas vacaciones fueron distintas, me tomé mi tiempo para disfrutar de todos los sonidos. Fueron unas “vacaciones sonorizadas” porque salí a disfrutar de mis sonidos, y me llené con todo lo que acaparaban mis oídos. A veces, en algún café me enganchaba en el ruido de la cucharita golpeando el pocillo. Es un sonido hermoso, y por momentos “me copaba” como dicen los chicos ahora y me daba cuenta de ello porque de pronto caía en cuenta que algunas personas me miraban con sorpresa. Jaja, me daba algo de vergüenza y dejaba de hacerlo pero ese ruidito seguía resonando en mi cabeza y me llenaba de satisfacción. Solamente una persona sorda puede entender que una cucharita y una taza pueden producir una mágica pieza musical.

También las charlas con mi familia fueron mejores, aunque debo confesar que después de los videos de Navidad algunos esperaban más de mí. A veces es difícil “cuantificar mis avances” porque no todos tenemos una misma vara para medir las cosas. Seguramente aquellos que no perciben mis avances no son conscientes de cuál ha sido mi punto de partida. Yo soy muy alta -si me mido con Carlitos-, pero muy baja si lo hago con Gus.

El blog es para mí algo de mucha responsabilidad, y siento el compromiso de ser absolutamente fiel con los temas de sordera porque sé que algunas personas que lo leen toman mis palabras como palabra sagrada o algo por el estilo. Y al igual que algunas personas con las que comparto momentos, seguramente aparecerá alguno que diga: música con taza y cucharita?

Puede parecer poca cosa, pero forma parte de un mundo de sonidos, pequeños, novedosos, intensos, confusos, feos y agradables, estridentes, desconocidos que cada día se hacen más identificables y que llenan mi duro mundo de silencio. Hacen ruido las hojas cuando las mece el viento, las cuerdas de la guitarra de mi hijo suenan todas distintas y también hacen ruido los autos que antes se me venían encima y yo ni enterada. Benditos sonidos que me cambiaron la vida.

Esto es lo que más me conforma, que no es lo que creo sino lo que la gente que me conoce dice, que ve un gran cambio de actitud en mi luego del implante. Estoy convencida que es así, y es bueno que mencione el otro cambio de actitud, el previo, el que ocurrió cuando acepté y dejé de sufrir mi sordera. Pero eso será tema de otra entrada.

Volviendo a mis vacaciones sonoras les cuento que me llené de las voces de mis hermanas, mis sobrinas y mi querido San Rafael. Puedo asegurarles que no todas las ciudades “suenan igual” y de ello dará fe seguramente mi implantada amiga Olivia: Oli, suena distinto Brasil verdad?.

Mis ojos siempre escucharon por mis oídos, los colores suenan distintos, las calles también y ahora puedo asegurar que las personas suenan distinto. Algunas me hacen gracia, otras me sorprenden pero todas son música para mis oídos. Y espero que quede claro que fueron muchos años de sorda, que sigo leyendo los labios, que sigo llevando mi libreta y mi lápiz para esos casos en los que no entiendo y en los que no quiero hacer perder el tiempo a los demás, y que dependiendo de la situación, sigo teniendo problemas, pero ¡gracias a Dios que tengo mi implante¡

Estas vacaciones me las pasé charlando, participando mucho más de las charlas cuando habían más de dos personas, me escuché todo y me alegré por ello. Seguramente me perdí otras tantas cosas, pero no me importa demasiado, me lleno con lo que escucho y estoy agradecida de ello. Los sonidos cotidianos hacen que dentro mío vibre todo como una música, aunque todavía me cuesta discriminar y entender los mil sonidos que me llegan, les puedo asegurar que estas vacaciones han valido la pena.

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